Trinidad, alojada entre la Sierra del Escambray al norte y el Mar Caribe al sur, es un destino único que ejerce una fascinación especial para todo tipo de viajeros.
La Villa de Trinidad, 67 km al sudoeste de Sancti Spíritus y a 80 km al este de Cienfuegos, alcanzó su esplendor durante el auge azucarero del siglo 19 y desde entonces parece haber sido abandonada por la historia.
Sus calles estrechas sin señalización están empedradas con chinas pelonas traídas como lastre a través del Atlántico o extraídas del río cercano. El laberinto de callejuelas está alineado con casas de suaves tonos pastel con tejas terra-cota. Casi toda la arquitectura de Trinidad es neoclásica y barroca de aire morisco, sin embargo, no se encuentran los grandes palacios que existen en La Habana. Este estilo particular es un reflejo de la vida en los tiempos de los conquistadores del siglo 16, los corsarios y piratas del siglo 17, los contrabandistas del siglo 18 y la oligarquía azucarera del siglo 19.
Las fachadas de los exquisitos edificios de Trinidad presentan balaustres de caoba, elaboradas rejas de hierro forjado y varillas de madera torneadas; las habitaciones embaldosadas abren con puertas de mampara rematadas con vitrales.
Por el día pasean sudorosos por entre sus calles los grupos de visitantes, avistando tras las colosales ventanas coloniales los amplios salones llenos de antigüedades y fruslerías, y cruzándose en el camino con carretas haladas por mulas y vaqueros montados en caballos con los cascos repiqueteando en las piedras.
En la noche, el silencio se rompe con el rumor de la brisa fresca que corre cuesta abajo y es un placer especial caminar por sus calles desiertas de autos aumentando la sensación de estar cada vez más lejos del siglo 21.
Al sur de Trinidad, el litoral de Ancón posee más de 30 puntos de buceo, alo que se suma la atracción de vislumbrar buques hundidos. Cayo Blanco, a 9 km al sudeste de Ancón, es notorio por su caleidoscópica variedad de corales, abanicos, esponjas y gorgonias.
Cinco kilómetros al oeste, la carretera hacia el norte sube abruptamente hacia la Sierra del Escambray, de pendientes bañadas en pinos caribeños, y cuya abundancia de bosques de helechos antiguos, bambú y eucaliptos están protegidos en una reserva. Allí se encuentra Topes de Collantes. Un área tremenda para hacer senderos y escaladas, rica en vida salvaje, flora, y parques naturales.